Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María; virgen hecha Iglesia, elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien. Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya. Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya. (San Francisco de Asís)
Con estas palabras saludaba el bienaventurado padre San Francisco a María, la Madre del Señor. Cada vez que el poverello contempla el misterio de Dios y de su obra en el mundo, la figura de María está siempre presente: ella es la puerta por la que entra la salvación al mundo. Ella es la Virgen Madre, con el rostro de la Iglesia y lo que se puede decir de la Iglesia también se afirma de María; la Iglesia está llamada a ser lo que María es ahora.
No existe en el mundo ninguna mujer parecida a ella, ninguna que la sobrepase o iguale. Sólo ella se sitúa frente a Dios y no puede olvidarse de nosotros pues es nuestra primera intercesora. Salve, Señora nuestra de la Palma, Virgen hecha Iglesia, Esposa del Espíritu Santo, míranos con tus ojos misericordiosos y preséntanos ante el Padre.
Rvdo. P. Fray Manuel Domínguez Lama. O.F.M.
Director Espiritual de la Hermandad.